Reflexiones sobre el apocalipsis zombi II
En esos paseos que uno da más por mantenerse en forma que por departir con el prójimo, es inevitable observar cómo menudean los sujetos, humanos ellos, que, al sacar al pasear al perro, apenas levantan la vista de su teléfono móvil.

Así, mientras el can, alegre cual perdiz no perseguida por un ídem, corretea, olisquea y disfruta de la caminata, el dueño se deja llevar sin abandonar esa realidad virtual tan poco real, quizás por ello tan satisfactoria.
Más allá de presenciar la inmensa desconexión entre animal y ser pensante –que cada cual decida cuál es cuál- asombra la potencia del apagón cerebral masivo que nos afecta. Como vaticinó el buen Monsalud, el apocalipsis zombi no es ninguna metáfora.
En cualquier caso, invito a mis lectores a que levante la vista y miren a su alrededor. La realidad que nos circunda, la auténticamente real, a menudo es tan fascinante como gratificante.