Aunque ella fuese incapaz de sospecharlo, desdecía a Parménides, porque era profesora de filosofía pero no lo era.
Licenciada en Comunicación Audiovisual, incapaz -también- de encontrar trabajo, por un enchufe terminó de profesora de filosofía en un prestigioso colegio.
Así, consiguió que esta loable disciplina, en sus clases, fuese una auténtica doble negación: no había sabiduría, ni mucho menos amor -ni por el saber ni por nada-.
La (no) maestra, como ya era fija, no abrió ningún libro más en toda su vida, pero, por lo menos y en decisión justa y mesurada, jamás exigió a ninguno de sus estudiantes que leyera absolutamente nada.
Así, esta ignara terminó no enseñando nada a unos alumnos que, en la inopia, eran felices porque apenas tenían que estudiar y sacaban bonísimas notas.
P.S.: El gran enigma que quedó sin responder era si esta profesora había convertido la filo-sofía en poderosísimo oxímoron.
Imagen creada con Sora, de ChatGpt


0 comentarios