Que no se emocione nadie, que el título no se refiere al cuadro de Courbet, sino a cómo comenzó la pesadilla que vivimos, ese sueño entre surreal y caótico que parece modelado y dirigido por Groucho Marx.
Sinceramente, creo que en el último cuarto del siglo XX, en alguna universidad norteamericana, a algún aspirante a participar de la gauche divine local se le recomendó leer a Marx. Y entonces, por esa manía que tienen muchos humanos de no preguntar, se equivocó y cogió Groucho y yo, es decir, las memorias del más genial de los más geniales hermanos que el mundo haya conocido –con el permiso de los Calatrava-.

El universitario, adelantado de la cultura de la cancelación y por tanto nada apto para captar las ironías ni las bromas, se tomó el libro en serio. Y entonces, seducido por las ideas de Julius Henry Marx, fue a por Las cartas de Groucho. Este libro, en cambio, lo dejó a medias, porque entonces topó con que había películas que le ahorrarían las lecturas.
Así, el tomarse en serio a Groucho puede servir para explicar que el viejo chiste “estos son mis principios; si no le gustan, tengo otros” haya devenido en máxima omnipresente en la política mundial.
Esta es la explicación más lógica a que hayamos pasado del culto al marxismo a la constante realización del marxianismo. Si eso supone o no un salto a un mayor absurdo, lo dejo a elección del lector.
Imagen generada por IA (Sora de ChatGPT)